Pollo de corral

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Se conoce con este nombre al pollo criado tradicionalmente en corrales en las zonas rurales de nuestra provincia, de forma que disponía de espacio suficiente para moverse y disfrutar de una alimentación variada. Para su alimentación se solían aprovechar los desperdicios de frutas y hortalizas consumidas en casa, complementándolos con cebada y alfalfa. Si el corral era amplio, además podían picotear del suelo otras hierbas, gusanos, insectos...

Estos pollos suelen ser de tamaño mayor que los pollos de granja, llegando a los 2,5 ó 3 kg de peso. Destaca su carne firme y sabrosa, de color amarillento y con menos grasa que la de los pollos de granja. Cuando se habla de pollo picantón nos referimos al pollo de corral con menos de 1/2 kg de peso, cuya carne es muy tierna pero menos sabrosa que la del pollo adulto. Con el nombre de pollo tomatero se conoce al pollo de mayor tamaño, con un peso de entre 500 y 900 gramos.

El valor nutricional de la carne de pollo es indiscutible. Es una carne poco grasa, en la que predominan los ácidos grasos insaturados frente a los saturados. Además nos aporta diversos minerales como fósforo, magnesio y potasio.

La forma de cocinar el pollo de corral dependerá de qué tipo de pollo se trate. La mejor forma de degustar el pollo picantón es al grill, a la parrilla o frito. Sin embargo, el pollo tomatero es exquisito bien se prepare a la parrilla, asado, guisado, relleno, con arroz, o se añada a un cocido. Y cómo no, se ha empleado desde siempre para preparar el delicioso caldo de pollo. ¿A quién no le apetece una tacita de este maravilloso alimento en las frías noches burgalesas?. La tradición rural mandaba que la mujer que daba a luz en su casa se debía alimentar durante los tres o cuatro días posteriores al parto con un puchero (caldo de pollo).

Hoy en día se puede decir que los auténticos pollo de corral o pollos camperos son una especie en peligro de extinción, debido a su alto coste y a que cada vez queda menos gente en los pueblos que se dedique a su crianza. Es difícil encontrarlos en los comercios, pero no resulta extraño que forme parte de la carta de los numerosos restaurantes de nuestra provincia que ofrecen comida típica burgalesa.

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