Simón Ruiz Embito

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El  embajador de España  ante la Corte francesa, Juan de Vargas Mexía,  implicó a Simón Ruiz en un  caso de espionaje, colocándole en una  situación embarazosa. Nada menos  que Felipe II zanjó la cuestión, con  una nota de su puño y letra, en el  margen del documento acusatorio, en  los siguientes términos: “Lo que se  dice de Simón Ruiz no me convence.  Tanto a él como a su hermano se les  tiene por hombres de bien…”.
El  embajador de España  ante la Corte francesa, Juan de Vargas Mexía,  implicó a Simón Ruiz en un  caso de espionaje, colocándole en una  situación embarazosa. Nada menos  que Felipe II zanjó la cuestión, con  una nota de su puño y letra, en el  margen del documento acusatorio, en  los siguientes términos: “Lo que se  dice de Simón Ruiz no me convence.  Tanto a él como a su hermano se les  tiene por hombres de bien…”.
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Última versión de 16:36 19 abr 2011

Simón Ruiz Embito nació en Belorado (Burgos) aunque no consta con seguridad si a finales de 1525 o a comienzos de 1526. Sí está datado su óbito, el 1 de marzo de 1597, en Medina del Campo, la importante localidad ferial donde tenía el centro neurálgico de su activa red mercantil y de comunicaciones postales. Entre los publicistas que se han aproximado a la figura de Simón Ruiz y al ámbito de la actividad económica de su tiempo están, con Henri Lapeyre, Felipe Ruiz Martín y J.J. de Madariaga, algunos más, como A. Sánchez del Barrio y Emilio Olmos Herguedas.

Los estudios de Henri Lapeyre sobre Simón Ruiz Embito fueron de la máxima importancia por las claras explicaciones sobre la manera en que se llevaban a cabo los negocios bancarios y de cambio en el siglo XVI y porque ofrecían una imagen del círculo europeo de corresponsales de los banqueros de Medina del Campo.

El académico de la Lengua, Valentín García Yebra, recogía un párrafo sobre el archivo de Simón Ruiz a partir de ciertos parangones que “justifican de alguna manera que Simón Ruiz prestase dinero a Felipe II y que el monarca utilizase con frecuencia la información generada por la correspondencia del Correo propio del comerciante”.

Los negocios y la correspondencia relacionaron a Simón Ruiz con financieros europeos de tanto peso como los Fúcar, los Lomellini, los Spínola, los Bonvisi o los Balbani. “Lo que sobre todo se aprecia -para el profesor Lapeyre- en las cartas que intercambia con los banqueros de Lyon, los Bonvisi y los Balbani, es la excelencia de su información sobre lo que pasa en la Corte de España, un juicio muy seguro sobre la situación política cuando se refiere a la guerra de Granada o a los disturbios en los Países Bajos, es también una gran habilidad en el arte de especular sobre los cambios o la conclusión de los asientos”.

Durante una primera etapa Ruiz Embito actuó como mercader dedicado a la importación y al comercio. Luego amplió sus actividades de regatón o revendedor de mercancías y asumió la labor de financiero con los perfiles propios de la época. Por otras latitudes europeas encontró oportunidades para el cambio monetario mediante un sistema de letras de cambio (”cambium per litteras”). Así vino rodada su participación en la fórmula de los llamados asientos. Por la inexistencia de un banco estatal y de una Hacienda Real con la representación necesaria en los Países Bajos, el soberano español había de quedar en manos de los hombres de negocios con la implantación sustitutoria para garantizar transferencias y asegurar pagos a fecha fija, así como anticipos para la política y para las acciones bélicas. Determinados asientos eran concertados, en España, con el Consejo de Hacienda; otros se iniciaban con la firma del Gobernador de los Países Bajos, para su ratificación en Madrid.

Nuestro hombre de negocios, afincado en Medina del Campo, participó en los asientos para la Corona entre los años de 1576 y 1588. Mereció, por tanto, con todo derecho, la consideración de mercader-banquero, dentro de la tipología descrita por el historiador Raymond de Roover, cuando estudia el mercado del dinero en la Brujas medieval. Dejando a un lado a los usureros, prestamistas sobre prendas y alhajas con elevados intereses, distinguía entre cambiadores y mercaderes-banqueros. Los cambiadores efectuaban el trueque de monedas en metálico y ejercían la banca de depósito, como antecesores de los banqueros modernos. Los mercaderes-banqueros estaban capacitados, a su vez, para realizar transacciones de divisas mediante la letra de cambio.

La visión de Juan José de Madariaga relaciona la actividad cambiaria, en sentido amplio, con el seguimiento de la actualidad internacional: “Para que estas operaciones se llevaran a cabo con éxito, los comerciantes debían tener una maravillosa información de los precios del dinero en otras plazas, tanto nacionales como extranjeras; es decir, que en los mejores conocimientos de los cambios residía todo el intríngulis de estas operaciones y, por ello, normalmente, a mayor número de cartas informativas, más probabilidades de éxito en el negocio de banco. De ahí que Simón Ruiz, como todos sus compañeros de oficio, pasara el mayor número de horas de su vida sentado en su escritorio, pluma en ristre, husmeando, pidiendo e implorando nuevas misivas que le pusieran al corriente de cuanto sucedía. No nos olvidemos que no había periódicos ni revistas informativas. Pero no se trataba sólo de saber cómo se desenvolvía el comercio en el momento de escribir o de responder sino de darse noticias e informaciones sobre sucesos económicos y políticos que pudieran influir en los cambios de la moneda”.

El archivo de los Ruiz -Simón y su sobrino Cosme- posee un valor excepcional ya que no encuentra parangón en España por lo que se refiere a documentación de negocios de la época que provenga de un grupo de empresas de titularidad familiar. Su acumulación y conservación resultan excepcionales. La correspondencia suma más de cincuenta mil cartas, reunidas desde una larga lista de orígenes, en el transcurso de cuatro décadas. No sólo están las misivas recibidas sino también copias de una parte de las enviadas.

El año 1579 supera, en cuanto a movimiento epistolar, a todos los demás, con 2.620 cartas. A lo largo del tiempo se recibieron cartas en francés, en italiano y en portugués; pero en aquellos tiempos el castellano era una lengua extendida por encima de algunas fronteras para las actividades comerciales.

No faltaron contratiempos en el transcurso de la vida de Simón Ruiz. Las quiebras en cadena, producidas en Sevilla a partir del verano de 1567, recortaron la evolución de la sociedad mercantil que había montado para actuar desde el puerto ligado a las Indias. Desplazado a la capital andaluza, logró reducir pérdidas, aunque ya abandonó la aspiración a extender a gran escala sus negocios con América.

El embajador de España ante la Corte francesa, Juan de Vargas Mexía, implicó a Simón Ruiz en un caso de espionaje, colocándole en una situación embarazosa. Nada menos que Felipe II zanjó la cuestión, con una nota de su puño y letra, en el margen del documento acusatorio, en los siguientes términos: “Lo que se dice de Simón Ruiz no me convence. Tanto a él como a su hermano se les tiene por hombres de bien…”.

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